En Camboya tuvo lugar el experimento de ingeniería social más atrevido y radical de todos los tiempos. Fue el comunismo llevado a su consecuencia lógica, a su mayor extremo. El dinero desapareció y la colectivización integral se llevó a cabo en sólo dos meses. El gobierno igualitarista de Pol Pot duró tres años y ocho meses y sembró de cadáveres el país: alrededor de dos millones de muertos para una población total de ocho millones. Igualar cuesta, lo que no sabíamos era que costaba tanto. Hasta tal punto parece que cuesta que en ocasiones nos preguntamos si vale realmente la pena.
Como herencia, la "Kampuchea democrática" dejó en sus supervivientes una pérdida completa de valores; la supervivencia exigía la adaptación a las nuevas reglas del juego, de las cuales la primera era el desprecio a la vida humana. "Perderte no es una pérdida. Conservarte no es de ninguna utilidad", según rezaban los manuales del gobierno. ¿No les recuerda al punto de visto de nuestros contemporáneos sobre el aborto y los "derechos reproductivos"? ¿Recuerdan cuando una subsecretaria feminista manifestó que si a algunos hombres se les estaba privando de su libertad y de sus hijos injustamente, ello era un coste asumible?
Pol Pot anunciaba un futuro radiante en sus discursos. Prometía pasar de la tonelada de arroz por hectárea y año a tres en breve sucesión. De nuevo el Lychenkoísmo, el desprecio a las realidades ciéntificas, extremadamente patente en el feminismo de género. Las mismas falsas promesas del feminismo de género. El arroz se convirtió en el monocultivo. Los mandos obligaban a trabajar sin descanso a los esclavos a su mando, para mejorar su reputación entre sus superiores. En algunos extremos se llegaba a jornadas de 18 horas, en la que los hombres más robustos eran los que padecían mayores exigencias y, en consecuencia, morían antes.
La familia era considerada una forma de resistencia natural al poder absoluto del Partido, que debía llevar al individuo a una dependencia total del Estado. Por tanto, las familias eran separadas y la autoridad paterna castigada: la educación era responsabilidad exclusiva del Angkar. Los sentimientos humanos eran despreciados y considerados un pecado de individualismo.
Despreciar los sentimientos de los hombres, insultarlos, denigrar con el insultante "machista" o "neo-machista" a todo aquel que se oponga a los miopes planteamientos marxitofeministas es el día a día de las feministas de género. En realidad prescinden igualmente de los sentimientos de las mujeres de las que con alevosía se han apropiado de su representación.
Una famosa feminista de género que además se proclama islámica, la catalana Ndeye Andujar proclamaba hace poco en una entrevista que su intelectual preferido era Chomsky. No es de extrañar, el 25 de junio de 1977, en la revista The Nation, Noam Chomsky negaba las veracidad del holocausto que estaban ejecutando lo jémeres rojos.
Los jémeres rojos tan solo aplicaron el mismo protocolo que Ndeye Andujar, como izquierdista radical, nos propone:
- El igualitarismo ha de reemplazar a la jerarquía social tradicional
- un grupo de líderes ha de reemplazar a un previo grupo de líderes dentro de la jerarquía social.
- La jeraquía social tradicional ha de invertirse.
Durante el gobierno de Pol Pot los roles sexuales fueron modificados conforme a los postulados de la teoría de género como no podía ser de otro modo, dada sus raíces ideológicas comunistas. Jóvenes mujeres lucharon como combatientes para el jemer rojo y sirvieron como cuadros. Las mujeres empezaron a realizar los trabajos tradicionalmente atribuidos a los hombres y fueron forzadas a abandonar el hogar para trabajar fuera.
Hay muchas historias de mujeres que traicionaron a sus maridos a las autoridades de DK. El grado a que esto sucedió realmente no está claro, pero las historias reflejan el tema de reversión y caos, es decir falsas denuncias y desbarajuste judicial y social.
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